VELAZQUEZ. LA PINTURA DE LA CORTE.

Diego Velazquez

Un pintor de cámara es el retratista oficial de la corte y sus obras representan a los reyes, los herederos, las infantas, los bufones, los sirvientes, es decir, todo el mundo de palacio.

En épocas donde no existía la fotografía, los poderosos gustaban de hacerse pintar por artistas de reconocido prestigio y los retratos servían como decoración, como autocomplacencia personal y también como propaganda política.

En el caso que nos ocupa, Diego Velázquez (1599-1660) fue pintor de cámara del rey Felipe IV (siglo XVII), lo que supuso su trabajo en el Alcázar de Madrid durante muchos años y la elaboración de numerosos retratos cortesanos del rey, sus esposas Isabel de Borbón y Mariana de Austria, sus hijos Felipe Próspero, Baltasar Carlos y Margarita, su ministro el Conde-duque de Olivares, personal de servicio, bufones, etc. Resulta muy interesante observar en estos retratos los defectos anatómicos de los últimos Austrias, la evolución física de los niños, la riqueza de su vestuario y la magnificencia de las estancias palaciegas.

Velázquez es un pintor barroco, nacido en Sevilla, pero prontamente emigrado a Madrid, atraído, como muchos artistas, por los encargos artísticos de palacio. Si te fijas bien, verás que no huye de la representación de lo feo, de las imperfecciones e incluso, de las taras genéticas del rey y su familia.

EL PRÍNCIPE BALTASAR CARLOS CAZADOR.

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Deliciosa visión del príncipe a la edad de 6 años demostrando sus dotes de cazador. Baltasar Carlos era hijo de Felipe IV e Isabel de Borbón y todo el mundo esperaba que se convirtiese en rey a la muerte de su padre. Era un niño muy prometedor, valiente y disciplinado, buen cazador y con dotes de mando. Sin embargo, su temprana muerte a los 16 años en Zaragoza truncó todas estas expectativas y obligó al rey a una carrera para lograr descendencia masculina con otra esposa, Mariana de Austria, prometida de su hijo y mucho más joven que él.

El cuadro nos muestra al príncipe de pie, con el arma y traje de cazador y unos espectaculares guantes de piel. Su expresión es a la vez de aplomo y de ingenuidad infantil, de seguridad y de travesura. El paisaje del fondo es la sierra de Madrid hacia El Escorial. Podemos admirar el tabardo grueso y mate de piel, en contraste con las mangas de tejido brillante y ligero, el pelo limpio del chiquillo y su gorro, graciosamente ladeado.

Le acompañan dos perros, uno, un perdiguero, tranquilamente dormitando mientras el galgo dorado es un nervio puro y su mirada resulta muy viva.

PRÍNCIPE BALTASAR CARLOS A CABALLO.

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Encantador retrato ecuestre de este chiquillo de seis años, hijo del rey Felipe IV. Teniendo como bello fondo la sierra de Madrid y con un precioso y luminoso cielo "velazqueño", el príncipe galopa alegremente sobre su caballo y el viento subraya su movimiento dejando la crin y la cola del caballo y el foulard de Baltasar Carlos hacia atrás meciéndose en el aire. El príncipe nos mira con atención y adivinamos por su rostro un niño inteligente y espabilado, elegante y gracioso, que lleva el bastón de mando en una mano y con la otra sujeta las riendas. Un bello efecto de difuminado convierte el paisaje en una maravilla llena de matices, con la nieve en las cumbres, la vegetación y la luminosidad invernal.

Todo es detallismo y colorido en este cuadro de gran tamaño y situado entre los de sus padres, Felipe IV y Mariana de Austria.

LA INFANTA MARGARITA (LAS MENINAS, DETALLE)

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Esta preciosidad de niña es el elemento central del famoso cuadro Las Meninas. Aquí contaba con cinco añitos y nos mira graciosamente con su cabeza ligeramente torcida. Lleva un bello vestido con miriñaque gris brillante con toques rojos en los lacitos y en los adornos del pecho y del cabello.

Una menina le ofrece el búcaro con agua y ella lo acepta. Infanta y meninas han irrumpido en el estudio del pintor Velázquez y éste retrata la divertida escena. El pintor adoraba a Margarita y la pintó numerosas veces. Notamos claramente el efecto atmosférico de la pintura del maestro y nos parece que podemos respirar el aire entre las figuras.

Aqui tienes la particular visión de Picasso.

LA INFANTA MARGARITA DE AUSTRIA.

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Última obra de Velázquez, terminada por su yerno Juan Bautista del Mazo. La infanta ha crecido y ya no muestra el encanto de niña puesto que se va pareciendo a su padre el rey. Aquí tiene nueve años de edad. El rostro típico de la familia se va formando. La cara y las manos no parecen de Velázquez pero sí el impresionante vestido gris plata con numerosos aditamentos, el ramillete de rosas, el pañuelo transparente, la banda, el broche, etc.

Rojo y plata son los colores casi únicos del cuadro tanto en la infanta como en el cortinaje y en la alfombra. Es una pose muy correcta en la postura y en la expresión de Margarita.

RETRATO DE FELIPE IV.

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Aquí tienes uno de los abundantes retratos del rey, en esta ocasión vestido con un traje espectacular gris brillante que se encuentra en Londres y conocido como "Silver Philip".

La palidez enfermiza de su rostro, junto con el labio inferior algo desprendido, ojos acuosos sin casi pestañas ni cejas y un pelo ralo nos indican la degeneración física que solía acontecer entre las familias reales a consecuencia de la consanguineidad, es decir, los matrimonios entre parientes cercanos, costumbre muy desaconsejable y que provoca graves taras genéticas.

Velázquez trata todo con sumo respeto y discreción, no en vano es conocido como el pintor de la tranquilidad y el sosiego.