PAISAJISTAS HOLANDESES DEL XVII.

El siglo de oro de Holanda nos proporciona la obra pictórica de grandes maestros universalmente reconocidos como Rembrandt, Vermeer y Franz Hals.

Sus temáticas son muy diferentes a las de la católica España de la época, ellos pintan interiores, paisajes, marinas y escenas domésticas intrascendentes.

Al igual que el resto de pintores barrocos europeos, los holandeses aman los fuertes contrastes lumínicos, los colores encendidos, las posturas forzadas y la plasmación de lo real tal cual es, con su fealdad y sus aspectos desagradables.

En la presente exposición hemos seleccionado cuatro paisajes holandeses de tres diferentes pintores para poder comparar entre ellos y, sobre todo, para admirar los paisajes especiales de esta zona del norte de Europa tan bella en cuanto a las brumas, los cielos nublados con pequeños claros, la omnipresencia del agua en canales , ríos y mar, el hielo del invierno, los molinos y la vegetación de grandes árboles caducifolios. Rembrandt y Vermeer pintaron otros temas además de los paisajes, pero Jacob Van Ruysdael es un paisajista puro.

EL PUENTE DE PIEDRA. (1637). REMBRANDT VAN RIJN.

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Una luz dorada, mágica, muy holandesa marca un bucólico paisaje con un río, un puente y un bosque. No es muy frecuente encontrar paisajes en la obra de Rembrandt, pero los pocos que tiene son fabulosos. La naturaleza es lo principal, los personajes son irrelevantes. El conjunto resulta extraordinariamente sugerente y romántico, tan efectista como corresponde al gusto barroco. Fuerte claroscuro, reflejos rojizos, atardecer entre nubes de tormenta, todo nos lleva a la belleza salvaje de las fuerzas de la naturaleza. El puente, único vestigio de la actividad humana frente a la naturaleza, está bañado por una luz mágica, dorada, que nos lo hace aparecer ante nuestros ojos como una aparición fantasmagórica y espectral.

VISTA DE DELFT. VERMEER.

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Un cuadro fuera de serie como casi todos los de Jan Vermeer, un pintor excepcional en todos los sentidos. Vermeer no se prodigó mucho en los paisajes, de hecho solamente pintó dos (aquí los tienes), pero su técnica y sensibilidad son de tal magnitud, que todo el mundo está de acuerdo en que la presente obra es uno de los paisajes más espectaculares y logrados de toda la historia de la pintura.

Se trata de una vista de los canales de Delft (Holanda), ciudad donde Vermeer nació, vivió y murió. La obra es espectacular por su realismo, retrata magistralmente la luz de Holanda, las casas de la época reflejadas con gran realismo sobre el agua, el cielo nuboso típico del norte y, sobre todo, la atmósfera húmeda, el aire que parece que podemos respirar. Por esto, se considera esta obra como precursora del impresionismo, porque capta el momento, lo fugaz e instantáneo y se realiza al aire libre. Los personajes son accesorios ante la majestuosidad del paisaje urbano, desgraciadamente hoy totalmente modificado. Es muy atrayente la atmósfera húmeda, que todo lo envuelve, los edificios (en el del reloj se ve la hora), las barcazas de transporte, las damas con atuendos de la época y el cielo invernal.

EL CALLEJÓN.

EL CALLEJÓN.

Auténtica maravilla de representación. Una vista de su Delft natal realizada con sensibilidad y detallismo. Una fachada con contraventanas, cuyo portal está abierto, y una señora hace encaje de bolillos. A la izquierda una casa más baja permite ver otras casas con sus tejados. La criada en el callejón está ocupada en una tinaja de agua. Un grupo de niños juega en el suelo junto a los bancos. La realidad de los adoquines, ladrillos, ventanas, nubes y el árbol nos deja verdaderamente extasiados, no se puede hacer mejor. Incluso el rostro de la dama, la penumbra del interior de su casa, los vestidos y cofias, en fin, un cuadro espectacular a pesar de su reducido tamaño. Un crítico de arte lo calificó así: "Apenas nada, pero exquisito" Y otro: "Este cuadro no tiene nada, pero lo tiene todo".

EL MOLINO DE WIJK. JACOB VAN RUYSDAEL.

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Muy conocida es esta vista de Ruysdael en la que el protagonista es un molino dramáticamente iluminado por una luz que traspasa un cielo nuboso de tormenta. Todo resulta enigmático, sobre todo porque la iluminación crea un halo de misterio y envuelve los edificios, la vegetación, los barcos y las personas.

Vamos por partes, los tres personajes femeninos, diminutos en comparación con lo grandioso de la naturaleza, se apresuran a ponerse a cubierto ante la tormenta que se avecina. En un segundo término aparecen las ruinas de un castillo, varias granjas holandesas y un palacio que bien puede ser el ayuntamiento, con sus buhardillas y pináculos. Las empalizadas del primer término enmarcan las plantas agitadas por el viento y el agua de varias tonalidades según cómo le incide la luz. Un velero va llegando a la orilla para atracar y recoger velas. Y sobre todo esto destaca majestuoso el molino, muy estilizado ya que lo observamos desde un punto de vista bajo, y bellamente recortado sobre el cielo negruzco. Sus tonalidades claras y su iluminación por un rayo de sol perdido lo destacan valientemente del resto de elementos del paisaje. Sobre su terraza otro personaje contempla lo que se avecina.