VUELVE BRUEGEL EL VIEJO.

Aquí lo tenemos de nuevo, nuestro admirado pintor flamenco Pieter Bruegel el Viejo vuelve a la PINACOTECA COSSÍO para deleitarnos con otra selección de sus obras. Seguro que recuerdas la anterior exposición del 2003, a él dedicada, con obras como “El triunfo de la muerte”, “Banquete de bodas” o “Paisaje invernal”.

Este pintor del siglo XVI es uno de los más destacados representantes del costumbrismo de Flandes durante la etapa renacentista. Sus obras nos muestran escenas cotidianas, mitológicas y paisajes llenos del encanto de una bonita zona, en aquel tiempo provincia del imperio español y con un alto nivel de vida.

Bruegel toma como modelo a El Bosco y, aunque no es tan irónico ni tan sutil como él, resulta más cercano y comprensible. La interpretación de sus obras es fácil.

La sociedad que le rodeaba aparece en todos sus aspectos, tanto la alegría (comidas, fiestas, bailes, juegos) como la desgracia (pobres, tullidos, vagabundos, etc).

Los paisajes rezuman belleza y gracia infantil, parecen escenarios de cuentos, son hermosos e imaginativos.

Bruegel muestra optimismo y alegría en todos sus cuadros, incluso en los que reflejan realidades tristes. Colorido y luz se conjugan para resaltar las escenas, el primero es variado e intenso, amarillos, rojos, verdes, blancos; la segunda juega con la poca claridad de los paisajes norteños pero la complementa con luces artificiales en los interiores o con la nieve de blanco intenso en los exteriores.

Normalmente el paisaje es lo importante, los seres humanos sirven sólo como añadido pero nunca restan protagonismo al paisaje.

Siete nuevas obras vienen a completar nuestra visión de Bruegel... ¿a que te gusta?.

PAISAJE CON LA CAÍDA DE ÍCARO.

Curiosa composición donde Ícaro aparece pequeñito precipitándose en el mar en el ángulo inferior derecho. Ya sabes su historia: salió a volar con su padre Dédalo con alas de cera y al acercarse imprudentemente al sol se le derritieron las alas y cayó. Bruegel pinta solo las piernas en el instante de entrar en el agua. Todo el resto de la composición es una vista desde un punto de vista alto de una hermosa bahía. Sin embargo, hay algo más que un bello paisaje: se trata de una alegoría de los tres trabajos relacionados con la naturaleza: agricultura, ganadería y pesca. Fíjate: en primer término tenemos a un agricultor en plena faena, arando en surcos según las antiguas técnicas (mulo y arado de un solo diente). Más abajo está un pastor con su rebaño de ovejas pastando. Por último, y ya en la orilla del mar un pescador con su caña prueba suerte (aunque con Ícaro cayendo al lado la pesca va a asustarse).

Los detalles resultan muy sugerentes: una ciudad a un lado y una fortaleza al otro flanquean la entrada de la bahía. El sol bordeando el horizonte, casas aisladas en un islote, galeones y barcas con todo lujo de detalles, playas, olas, etc.

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CAÍDA DE LOS ÁNGELES REBELDES.

Fantasmagórica escena de gran abigarramiento compositivo que no deja prácticamente espacios libres.

Los ángeles celestiales desalojan a los rebeldes del cielo con violencia, de forma que abajo están los condenados al infierno y arriba los ángeles buenos.

Un enorme sol orienta las figuras de la parte superior que manejan tanto largas trompetas como espadas, visten con únicas blancas en alusión a la pureza.

La parte inferior ya es otra cosa; caótica y terrible, los ángeles rebeldes se van transformando en horribles seres monstruosos con formas de animales y en posturas retorcidas. Sus caras denotan sufrimiento y terror.

Una curiosidad que debes descubrir: dos ángeles malos (y cochinos) están expeliendo

ventosidades de forma ostensible....¿los ves?.

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EL CENSO DE BELÉN.

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Maravillosa escena invernal con paisaje nevado y alusión al pasaje bíblico de la obligación de censarse en los lugares de origen en tiempos de Herodes. En una posición que pasa desapercibida, la Virgen montada en un burro, con el niño en sus brazos y San José guiándolo se dirigen hacia la cochambrosa oficina del censo, situada en una ventana de la casa de la izquierda. Fíjate que en la puerta hay una guirnalda, símbolo de que es una taberna, y un escudo con el águila bicéfala, símbolo de los Habsburgo, reyes de España que cobraban fuertes impuestos a los Países Bajos. Las escenas costumbristas típicas del invierno de los países del norte se suceden, puedes ver la matanza del cerdo, juegos infantiles (peonzas, trineos, patinaje) y escenas de trabajo cotidiano (transporte de leña, de barricas, construcción de casas). También hay escenas de relax (grupos calentándose en hogueras delante de las casas, encuentros con charla incluida y juegos). Amanece en esta aldea flamenca (el sol está al fondo) y podemos ver las ruinas de un castillo a la derecha (en el siglo XVI los antiguos castillos feudales ya no eran operativos ante la artillería y por eso presentaban estado de ruina). Y un detalle curioso: una taberna dentro del tronco hueco de un gran árbol, ¿a que no conoces un bar tan original?.

Todo ello barnizado por el blanco manto de la nieve resultando un propuesta estética verdaderamente atractiva.

JUEGOS INFANTILES.

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Otro cuadro tan lleno de detalles curiosos que te recomendamos lo observes durante un rato, tómate tu tiempo y disfrútalo con calma. 250 niños protagonizan la escena.

La obra es un verdadero compendio de juegos infantiles, algunos de los cuales son plenamente actuales y otros ya son solo recuerdo. Es curioso ver como a pesar de la distancia, los juegos son los mismos en diferentes regiones y países. El uniforme color terroso del suelo y las casas hace resaltar los alegres colores de los niños, mientras que al fondo a la izquierda un río de aguas azules rompe la monotonía.

Una potente diagonal marcada por las arquitecturas conforma la distribución del espacio en la obra y nos da una gran sensación de perspectiva.

Vete descubriendo los juegos por ti mismo/a, algunos son muy fáciles: aros, peonzas, punzón y tijera, soca-tira, zancos, tabas, jinetes a caballo, malabares, contorsiones, pillar, gallina ciega, etc. Los niños no tienen cara de niños, parecen pequeños adultos ya que en esa época había tantos niños que no se les trataba con el cariño de hoy.

LOS REFRANES NEERLANDESES.

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Apoteósico cuadro de gran formato que contiene la ilustración de nada menos que 118 refranes. Parece increíble que puedan caber tantos pero para ayudarte te adjuntamos la serie completa numerada, ya verás que divertido es comprobar cada refrán con las graciosas ilustraciones de Brueghel y cuán parecidos son muchos de estos refranes del norte de Europa a los nuestros de España.

Paisaje, edificios y personas se disponen de una manera tan cuidadosa, que a pesar de su alto número, no generan un espacio agobiante.

También aquí una diagonal compositiva estructura el espacio y los volúmenes, lo que, junto con un punto de vista alto, nos permite ver gran cantidad de escenas y un horizonte muy lejano.

CAZADORES EN LA NIEVE.

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Tal vez sea el colorido el protagonista de esta escena donde los cazadores con sus perros retornan a la aldea. Un punto de vista muy alto permite contemplar un gran campo visual y un lejano horizonte. Las casas con pronunciados tejados salpican el paisaje nevado y las personas son simple complemento, casi sin color, son sombras negras recortadas sobre el espacio.

El blanco intenso de la nieve contrasta muy eficazmente con el gris verdoso de los estanques helados donde la gente patina y se divierte. Es el mismo gris verdoso de un cielo muy típicamente invernal.

El fondo bellísimo muestra varias aldeas y rocosas montañas, mientras la vegetación está desnuda esperando la primavera. En primer término, además de los cazadores con un zorro que han cazado, los habitantes de una casa hacen una hoguera para cocinar y calentarse ya que en aquella época las casas no disponían de luz y casi toda la vida diurna se hacía fuera, incluso en invierno.

LUCHA ENTRE DON CARNAL Y DOÑA CUARESMA.

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Otro cuadro de los de observar con tiempo y paciencia para descubrir sus detalles. Se trata de un tema conocido: el enfrentamiento entre dos principios antitéticos: el placer y la renuncia a él, personificados por Carnal y Cuaresma.

Es en realidad una recreación del calendario religioso ya que antes de emprender la cuaresma con ayuno, abstinencia y renuncias, nos desmelenamos en Carnaval, fechas en que los excesos parecen permitidos.

Brueghel estructura la escena entre los dos bandos enfrentados, a la izquierda aparece Don Carnal, muy gordo y montado en una cuba, seguido de sus discípulos, en un ambiente de fiesta y jolgorio. Están disfrazados, cantando, riendo y jugando. Todo lo contrario sucede en el lado derecho: Doña Cuaresma, representada como un anciano famélico es seguido por un grupo de personajes hambrientos, tullidos, ciegos, incluso algún cadáver.

Mientras Carnal lleva un super-pincho de cerdo para comérselo, Doña Cuaresma lleva dos escuálidas sardinillas. Según algunos críticos de arte, los seguidores de Don Carnal serían los protestantes y los de Doña Cuaresma los católicos.

Justo en el centro del cuadro, un bufón guía a dos adultos con una antorcha encendida a pesar de estar en pleno día. Sería la alusión de Bruegel a que el mundo está al revés y los humanos llenos de contradicciones.

Al fondo contemplamos una ciudad con gran lujo de escenas costumbristas, como por ejemplo transporte de cadáveres, juegos varios, venta de pescado, sacando agua de un pozo, monjas saliendo de la iglesia, bebedores callejeros, tabernas, panaderías, músicos...

EL TRIUNFO DE LA MUERTE.

Este cuadro espeluznante fue pintado por este famoso pintor flamenco en el siglo XVI y tiene una finalidad moralizante, pretende que seamos conscientes de la rapidez del paso de la vida, la vanidad inútil de los asuntos humanos y la llegada de la muerte antes o después.

Como indica su título, la muerte representada por los esqueletos se enseñorea de todo y de todos, destruye, asesina, ejecuta y arrebata vidas y posesiones. Nadie puede escapar a su acción, todos son arrastrados por el frenesí de los muy activos esqueletos.

Un punto de vista altísimo nos desvela un paisaje desolado, todo es ocre, no hay plantas verdes ni agua limpia ni ningún signo de naturaleza viva. Las hogueras, los troncos secos, la destrucción y la oscuridad generalizada no permiten ningún optimismo. Incluso en el mar abundan los naufragios, los faros están en llamas y nada sobrevive.

Los esqueletos se organizan magistralmente, fíjate que en el fondo del cuadro aparece la caballería esqueleta por la izquierda y junto con la infantería esqueleta de la derecha, cercan fatalmente a las personas que intentan inútilmente huir de su destino. También al fondo encuentras el “cuartel esqueleto” y todos están alrededor del edificio. Entre las colinas arrasadas y quemadas se multiplican los ataques de esqueletos y la aplicación de horribles torturas a sus víctimas, como las ruedas colocadas en alto, donde la Inquisición colocaba a los condenados por herejes, una vez machacadas sus articulaciones a mazazos para que fueran devorados por los cuervos y buitres. También puedes ver las ejecuciones inmediatas, bien por ahorcamiento o decapitación. En lo que parece una necrópolis, se producen desentierros y los que salen, o son sacados de sus tumbas, se unen al ejército esqueleto.

En los primeros planos abunda la hiperactividad de los esqueletos, uno cabalga sobre un caballo famélico portando el reloj de arena (símbolo del final de la vida), otro jinete esqueleto blande la guadaña (herramienta de la muerte), y un último, en el carro lleno de huesos, toca a difuntos. Nadie se libra, ricos y pobres; viejos y jóvenes; guapos y feos. A la izquierda un rey con armadura, corona y cetro ya está en el suelo y contempla como el esqueleto coge monedas de oro de sus barriles repletos (las riquezas no nos acompañan al más allá), y otro le enseña el reloj de su final. A la derecha, amantes y juglares son presa de los soldados esqueletos que disfrutan interrumpiendo el juego y el amor y también la comida, burlándose macábramente de las damas y sus acompañantes.

Los espantados vivos, a los que poco les queda, son arrastrados a un gigantesco ataúd cuya tapa es izada mediante poleas por un ingenioso esqueleto mientras sus compinches con guadañas, lanzas y espadas conducen a la multitud hacia su interior. A la derecha de este ataúd la guardia esqueleta espera su turno parapetada en unos morbosos escudos: ¡¡tapas de ataúdes!!.

De nuevo a la izquierda una laguna muestra cuerpos de ahogados con el abdomen hinchado (eso pasa en la realidad) y personas que son arrojadas al agua y rematadas. Algunos esqueletos cazan humanos con una red mientras otros, vestidos con túnicas blancas tocan las trompetas. Arriba a la izquierda, dos esqueletos completan esta “orquesta” tañendo una campana que toca a muerto para no desentonar.

El cuadro que resulta es de tal horror que incluso muchos vivos se les ha quedado ya la cara de cadáver, parecen zombis.

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