Auténticamente original y sorprendente, así es Maurits Cornelius Escher, poco conocido en general pero muy popular entre los matemáticos por su prodigioso tratamiento de la geometría y de la perspectiva. Su especialidad es engañar nuestros sentidos. Cuando contemples sus obras vas a dudar de lo que es adelante-atrás, arriba-abajo, cóncavo-convexo, o izquierda-derecha, te va a parecer que contemplas un imposible, que tus ojos no ven bien o que debes volver a ver Barrio Sésamo. Su genialidad reside en confundir totalmente al observador mediante la presentación de situaciones extrañísimas pero tratadas con aparente normalidad. Según él, sus obras consisten básicamente en la "división regular del plano" y en la convivencia simultánea, aparentemente imposible pero real, de conceptos antagónicos como dentro-fuera, cóncavo-convexo, arriba-abajo, etc.
Con Escher la lógica que creemos dominar queda hecha pedazos. Cuando miramos sus cuadros volvemos a ser niños aprendiendo lo más primario, pues nos obliga a realizar un esfuerzo adicional para comprender los engaños visuales, las perspectivas imposibles y los planos cambiados. Vemos escenas que nos dejan estupefactos.
Nació en Holanda en 1898 y en 1922 vino a España, visitó primeramente Tarragona y después Granada, donde quedó fascinado por los alicatados geométricos de La Alhambra. Le sirvieron de inspiración, si bien los motivos musulmanes eran solamente geométricos (el Corán prohíbe representar animales y personas) y los de Escher van a reflejar tanto motivos geométricos como figurativos. Crea entramados con diferentes figuras que confunden y maravillan al espectador.
En realidad, Escher no se dirige con sus obras a la parte racional y lógica de nuestro cerebro, sino al mundo onírico del subconsciente. La imaginación vence a la razón, su mundo mágico es, pese a todo, perfectamente real y creíble.
El juego de dos-tres dimensiones es el protagonista de esta obra. Desde un dibujo plano, surgen unas manos que van tomando volumen y convirtiéndose en reales. Una mano pinta a la otra creando un mundo aislado y enigmático. Lo plano y lo corpóreo se mezclan progresivamente y nos hace sentir que la realidad surge de la nada.
Para aumentar el contraste entre lo plano y lo tridimensional, el papel del que surge todo está fijado a la superficie mediante chinchetas. Por tanto, las manos son una aparición, han surgido de la nada y pintan, todo ello desde un simple papel, el colmo.
¿Puedes creer que el agua de una corriente está permanentemente bajando y sin embargo, al final de su recorrido, termina a la misma altura a la que empezó? . Esto es totalmente increíble en la vida real pero para Escher nada hay imposible.
Si comienzas por fijar tu vista en la parte alta de la cascada verás que el agua cae verticalmente para posteriormente seguir descendiendo por un canal. Pero...¡sorpresa!
Tras todo este recorrido descendente nos encontramos de nuevo donde empezamos ¡¡ en la parte alta de la cascada !!.
La obra presenta otras curiosidades como los geométricos remates de las torres, la señora tendiendo ropa, las rarísimas plantas y las laderas abancaladas del fondo.
Si contemplas esta obra con atención te vas a volver loco/a. Según Escher todo es relativo, y aquí lo demuestra fehacientemente. Si alguien te dice que en un mismo tramo de escalera dos personas, colocadas en el mismo sentido de marcha, una sube y la otra baja, lo considerarías imposible. Pues aquí lo tienes representado. Es como si fuesen dos mundos distintos pero juntos, dos dimensiones en una.
Realmente es mareante comprobar como un tramo de escalera es utilizado por sus dos partes, arriba y abajo ¡ y sin embargo las dos personas bajan !.
Todo se mezcla, arriba-abajo, frontal-lateral, etc. La ausencia de color (es una grisalla) y el rayado de las superficies consigue aumentar el efecto de confusión que la obra nos produce.
El espejo ha sido siempre el símbolo de la distorsión y del engaño visual. Aquí nos encontramos con alucinaciones espaciales ya que el espejo introduce sorpresas inesperadas y juega con nuestra vista hasta confundirnos. Veamos: en otro de los puzzles de Escher hay unos leoncitos alados. Los leones de los lados son claramente tridimensionales pero, mientras avanzan hacia el centro se van aplanando y convirtiendo en bidimensionales.
Observa que no sólo existen los leones grises sino que entre ellos también hay unos blancos en sentido contrario completando todo el espacio ¿los ves?. Sobre el plano aparece en diagonal un espejo desde el que parecen surgir nuevos leones, que, rodeando la esfera, van hacia donde se encuentran sus compañeros tridimensionales/bidimensionales. Ahora responde a estas preguntas: ¿es un verdadero espejo o un simple cristal? Las figuras que vemos tras él ¿son reales o reflejadas? ¿o ambas cosas a la vez? ¡Vaya jaleo!, ¿eh?.
Aquí dos cabezas humanas son reducidas a unas cintas helicoidales como si de una peladura de naranja se tratase. A pesar de la compartimentación se observan bien sus rasgos: nariz, ojos, frente, pelo, boca, bigote-barba...
El título de la obra se refiere a que la cinta helicoidal entrelaza ambas cabezas en el cerebro y en el cuello.
El entorno se asemeja al espacio exterior, con planetas y las cabezas, por cierto huecas, parecen flotar sobre ese espacio infinito.
Un bello pueblecito en la costa con casitas apiladas y coronado por un templo con cúpula es violentamente trastocado por el efecto circular de una lente poderosa que resalta mucho un balcón. La distorsión es tan grande que prácticamente todo el entramado urbano queda condicionado por ella. Nos recuerda cuando observamos una parte de la realidad con una lupa de aumento y la parte afectada por su acción se destaca del resto como si surgiera violentamente de una esfera que fuese empujada hacia nosotros desde la parte posterior del escenario.
Sobre una arquitectura algo extraña un alegre duende desciende por las escaleras y lo descubrimos seis veces como en una secuencia cinematográfica...¿o son seis duendes distintos?
Escher marca mucho la distancia mediante un paisaje de valle fluvial. Los suelos de las terrazas del edificio son muy volumétricos, parecen tridimensionales. Mires por donde mires al duende (derecha o izquierda) mantiene la misma postura y cuando llega al suelo, pierde volumen progresivamente hasta quedar plano y pasar a formar parte del suelo junto a sus congéneres blancos y negros con los que forma un tapiz continuo.
Te estarás preguntando qué diablos es este cuadro. Muy sencillo: estás viendo la mano del propio pintor, nuestro amigo Escher, que sujeta una esfera de cristal sobre la que se refleja toda la estancia en que se encuentra.
Se ve todo el mobiliario, la ventana, la lámpara y...al propio autor. Con cara de intensa concentración, Escher nos contempla a través de la esfera y su mano la vemos en plano real y en plano reflejado, es el elemento de unión entre la realidad y lo reflejado.